La ciencia y el cotidiano

Habitualmente se cree que la ciencia, a decir de Xaab Nop Vargas, "es de pocos, que sólo la entiende gente que tiene recursos económicos o los que son genios".
La ciencia tiene sus orígenes en la curiosidad del hombre ante lo que lo rodea, en su necesidad por encontrar una explicación racional a los fenómenos que observa. Esta curiosidad ha acompañado a la humanidad a lo largo de la historia y se repite en cada uno de nosotros desde nuestra infancia. Los niños preguntan continuamente el por qué de las cosas. En su mente se van generando ideas que intentan explicar el mundo que nos rodea. A través de las observaciones, de las informaciones recibidas y de las explicaciones elaboradas el alumno construye su propio conocimiento (Pozo, 1996).
Por otra parte, esa misma curiosidad provoca que la actitud de niños y jóvenes hacia cuestiones, hoy en día cotidianas, relativas a la ciencia sea en principio favorable.


Cualquier niño se muestra entusiasmado ante la idea de mirar las estrellas a través de un telescopio, de hacer una excursión con una brújula o unos prismáticos para observar los animales,de utilizar un cronómetro, o de realizar cualquier experiencia.
Hiancy Nájera tiene 10 años y cursa el cuarto grado en la escuela primaria República de Panamá; a su corta edad reconoce que las ciencias naturales no son precisamente su materia favorita, porque "son muy difíciles y no las entiendo", comentó la estudiante.
Sin embargo la mañana de ayer viernes aprendió algo que en la escuela no le habían enseñado hasta entonces, que la "física-matemática es accesible a cualquier persona, pues los fenómenos físicos son parte de nuestra vida diaria".

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